Cuentan las personas mayores que
la reunión familiar de la Nochebuena se prolongaba en Pegalajar hasta la
madrugada, y que los Villancicos se sucedían sin interrupción y sin repetir una
misma letra. Eran horas y horas de canto entrañable, que las gentes de nuestro
pueblo dedicaban al nacimiento de Dios hecho hombre junto a la chimenea, al
calor de la lumbre y al calor humano de la familia, con zambomba y bota
incluidas, porque el vino fue siempre buen compañero para alegrar los ánimos.
No nos debe de extrañar
encontrar, entre esta cultura oral que la memoria de nuestras gentes ha
transmitido de padres a hijos, Villancicos muy religiosos mezclados con
Canciones, Romances y Aguilandos en los que es difícil diferenciar la parte
divina de la parte humana, la parte seria de la jocosa, lo religioso de lo
profano.
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